domingo, 22 de octubre de 2017

dos continentes y un océano

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hacia un rato que ya había desconectado de la película. estaba incómoda. tenía sueño, pero ese, tipo de sueño que en cuanto te metes en la cama desaparece por arte de magia. así que siguió aguantando aquellas escenas interminables. él, en cambio, no dejaba de intercambiar mensajes en el movil. la película era solo el atrezzo musical de fondo. eran dos continentes con un oceano de por medio. oriente y poniente.
las horas son muy largas cuando no puedes dormir. aparecen extraños visitantes por cada minuto que pasas sin pestañear. una versión gore del cuento navideño de dickens. primero llegan aquellos recuerdos tiernos que dilatan tus pupilas y las vuelven acuosas y el corazon se acelera con tanto flasback y jetlag. pero de ahi se pasa al futuro. futuro que no viene muy halagüeño ni con ninguna frase de Mr. wonderful bajo el brazo sino que es mas bien un maremoto que pone toda la habitacion patas arriba.
no sabe como pero soñó. se durmió y soñó. pero soñó en negro. tan negro como la taza de cafe que se acababa de preparar sin reparar que la cafetera se quedaba vacia. nubarrones al fondo del pasillo. el hombre del tiempo no avisó de nada de esto. discursos son benevolencia alguna y sin posibilidad de ponerse a resguardo. el frio cala en los huesos. las uñas se ponen moradas, hay brotes de escarcha... por suerte el botón rojo de la cafetera y su aroma lo entibiaron todo.
un dia de lluvia, hace ya mucho tiempo, me metí en la primera cafeteria que encontré. estaba empapada. el pelo, de tan largo que lo tenía, no dejaba de chorrear y mojar el suelo y yo temía que alguno de los clientes que entraban y salian rápidamente se pudieran caer. él fue de lo más amable. me puso un café bien caliente, me invitó a otro y me dejó usar el baño del personal para que me secara en condiciones. no podía dar crédito cuando ví que alli había un secador de pelo. tímidamente me acerque a la barra y le di las gracias por todo. no me dejó pagar. volví al día siguiente, y al otro y al otro hasta que un día, por fin, se decidió a pedirme una cita. aquella noche también llovió. mucho. muchísimo. tuvimos que subir a mi casa. así no había forma de conducir. y allí se quedó él y la lluvia instalados conmigo en mi casa. yo sin darme cuenta de nada.
no podía concentrarse en el lote de expedientes que tenía en la mesa. parecia que estaban escritos en chino o que no tuvieran nada q ver con ella. se sentía una alienigena. cogió el movil porque queria enviarle un mensaje pero sus dedos y el teclado no estaban en sintonia. era como si lo que tuviera en su cabeza no pudiera materializarse en palabras.
ella no tenia cafetera en casa, a lo sumo, un bote de Nescafé soluble classic en la estanteria y algunos sobrecillos de azucar moreno. con él aprendió el arte de como preparar un buen café, donde comprarlo, que cantidad usar, como prensarlo... y es que este chico sabia de cafes. ponme otro café sam, solia decirle entre risas en aquellas primeras tardes en las que aun nadie se daba cuenta de como llovia.
esa noche ni encendieron la tele, cada uno hacia ruido en un extremo de la casa, como queriendo llamar la atención del otro sin exito. eran dos continentes con un oceano de por medio. oriente y poniente. el agua se colaba por todos lados y no parecia q fuese a amainar.
aquella noche lo probó todo para dormir pero fue imposible.
inevitablemente suena el despertador. el la llama perezosa y que si en cinco minutos no esta lista se queda sin café. no hubo café. solo caras largas y un croassant de mantequilla. iba a proponerle quedar a comer cuando le sonó el teléfono y se fue sin más por la puerta. se preparó un café soluble.
llueve por todos lados. no hay forma de tapar por mas tiempo la gotera. se necesita una reforma en esta casa. una casa entre dos continentes con un oceano de por medio.
en el trabajo le dicen que tiene mala cara. ella dice que ha pasado mala noche. pero que con una buena taza de cafe todo se arregla. por un momento se acuerda de cuando él le llevaba cafes a la oficina. hoy ya no era uno de esos dias. mejor. nunca le gustó el café.
No hubo que dar muchas explicaciones. ambos eran adultos y ambos sabian que hacia tiempo que aquello hacia aguas. el recogio sus cosas silenciosamente y se fue. sin dar portazo. ella no quiso verlo. al volver vio que la casa estaba vacia pero se habia dejado la cafetera que él habia comprado. la miró como si fuese la primera vez que la veia. la desenchufo y al levantarla para ir a meterla en la caja cayó rodando un guisante de debajo. esa noche durmió como nunca. y todas las demás.

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