jueves, 19 de octubre de 2017

sumatra

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si hay algún lugar donde el amor se pueda materializar es en un sustantivo concreto de género femenino: la isla de sumatra. la primera vez que oí hablar de ella no habría sido capaz de situarla con acierto en el mapa. su-ma-tra suena a remoto, a onírico, a horizonte, al encanto de lo desconocido, a promesas, a mitología, a dioses griegos, a puesta de sol, al rumor del agua salada, a una canción olvidada, a una botella sin mensaje, a una tormenta, a una sirena varada, a corales, a selva, a luna llena, a bancos de atunes... porque nunca he ido a sumatra y puede que esté dentro del atlas de todas aquellas islas que jamás visitaré. puede que sumatra no sea nada de lo que te cuento y mucho menos más de lo que imagino, pero la culpa de esta fascinación la tiene ulises, un profesor de lenguas clásicas, que llega trasladado a un pueblo costero y se enamora de Martina. en su delirio de amor le promete a Martina que navegarán hasta la isla de sumatra donde, los atunes tienen rubíes por ojos... sumatra es la prueba de amor. ulises nunca volvió. tampoco sabemos si llego a arribar sus costas. fue un viaje sin retorno. como sin retorno es el viaje del amor. la meta no esta en sumatra. allí como al amor puedes volver siempre que quieras. la isla, el amor no cambian... pero tú, como ulises, puedes naufragar, agarrarte a un tablón, dejarte arrastrar, intentarlo de nuevo, levar anclas, cambiar de barco, de timón, de brújula, de rumbo, de estrella polar... sumatra como el amor es un lugar remoto de un atlas de islas que no se si llegaré a conocer.

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