lunes, 25 de mayo de 2020

las rosas de venezia

0

#racconto
.
ese camino hacia ya mucho tiempo que no lo recorría nadie. tiempo atrás hubo una alambrada que ahora los animales había agujereado para entrar a comer el pasto. la maleza lo inundaba todo. zarzas, pinos, cardos, ristras de campanillas y calendulas, nomeolvides y hasta pensamientos crecían detrás de la casa de la malcontenta. nadie se fijaba ya en la villa de los foscari medio derruida. ahora junto a la casa pasa una carretera de cuatro carriles y  un poligono industrial que ya no deja ver el camino a venezia. ella también habla en veneziano. pero no blasfema en italiano. a veces, cuando hay demasiado ruido en casa, sale a pasear. hoy podría haberse ido por el camino de siempre pero algo la llevó por el camino que hace mucho tiempo recorrió la malcontenta cuando echó cerrojos y postigos y abandonó venezia. cuenta la leyenda que en su camino a la villa la malcontenta iba lanzando semillas de rosas para que cuando florecieran éstas la llevasen de vuelta a la laguna en la avioneta de Saint Exupery. porque lo que nadie sabe es que Antoine y la malcontenta tuvieron un romance sobre el puente rialto. Antoine volvía a Francia cuando decidió parar en Venezia para  ver una de las  puestas de sol de las que todo el mundo hablaba. cuando se quitó la gorra y las gafas vio a una mujer sentada en la escalinata del puente hablando con las gaviotas. se acercó a la mujer y haciéndole señas Le hizo entender que no hablaba veneziano pero si algo italiano.  Le sonrió mientras blasfemaba en italiano. ella Le señaló con el dedo el recorrido del sol a lo largo del canal. el Le mostró el camino de su avioneta por el cielo. antes de despedirse Le dio una de  las rosas que traía de la India. una rosa y una bolsita de semillas. hoy las rosas del principito la llevaron hasta la mansión de los foscari. La hierba Le tapaba los pies y escuchaba a lo lejos el ruido de los coches . hasta que de repente el silencio se adueñó de todo. por un momento ni los pájaros cantaban. ella había reparado en una rosa. era más grande que las otras que adornaban el rosal. y su color también brillaba más. una abeja bailaba a su alrededor. un zorrillo asomaba su hocico curioso por la madriguera. el viento mecia sus pétalos y expandia el aroma por doquier. no sólo los abismos miran a las personas. las flores también saben cómo hacerlo. y tanto tiempo la miró que se la tuvo que llevar a casa. buscó un jarrón donde colocarla. se aseguró que le daba la luz justa y que si abría la ventana la brisa la haría creer que seguía en el jardín salvaje  de la malcontenta. ella pensaba en doctoisvki. había estudiado literatura rusa en el instituto y viajó hasta la estepa blanca donde una institutriz vestida  de riguroso negro Le dijo que ellos, los rusos, eran los que inventaron los ravioli. porca miseria. pensaba en doctoivsky porque sólo como él era capaz de seguir viendo aquellas cosas que quedan a nuestra espalda. como la puesta de sol que dejó tras de sí Antoine y su promesa de volver a venezia. hacía un rato caminaba por el jardín de la malcontenta. hacía un rato que la rosa había quedado tras de ella pero aún así la seguía viendo. se sentía  narradora y protagonista. necesitaba volver a por la rosa y llevarla de vuelta a su casa de venezia, esa venezia que quedó a la espalda de la malcontenta pero que siempre vio tan nítidamente como aquellas noches que bailaba en la plaza de San Marcos esperando que rosas indias cayesen del cielo.

0 comentarios:

Publicar un comentario