viernes, 24 de abril de 2020

érase una vez...

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Últimamente veo más bichos que nunca. a mi que  me hubiera gustado cruzarme con un Bambi yendo al supermercado. creo que eso era pedir demasiado. a mi me ha tocado un saltamontes. un saltamontes. que suerte la mía. veis que pedir deseos es complicado. tú pides y después ya veremos que aparece. pues eso que casi piso un saltamontes. no era muy grande. pero mientras me cambiaba de acera, ya sabéis que hay que respetar la distancia mínima, me he acordado de aquella vez que un saltamontes me acompañó al baño. hace muchísimo tiempo por culpa de uno de ellos me quedé encerrada en un cuarto de baño en el descanso de una  obra de teatro. ya os podéis imaginar. a mí que nunca me ha gustado ir al baño de dos en dos. pues si no era poca la compañía la luz se apagó y aquello ya empezó a tomar cariz de película de miedo. me diréis exagerada pero ese saltamontes era enorme. podría haber sido una saltamontes a punto de tener bebés pero eso ya nunca lo sabremos. el caso es que allí estábamos el saltamontes y yo. quietos. sin luz. respirando. mi corazón latiendo en las sienes. os adelanto que estábamos en los noventa y los móviles no existían. eramos poco más que el homo erectus. mi mayor miedo era que fuese más valiente que yo y diese el primer paso. o el primer salto. pero algún deseo extraviado mío en modo de súplica a todo lo celestial hizo que una voz femenina al otro lado de la puerta me preguntara si estaba bien. no os había dicho que grité un poquito. pero poquito. Le dije que se había apagado la luz y no sabía donde estaba el interruptor. ella me decía que avanzará hacía la puerta y que buscará con la mano en la pared. queda claro que estaba loca. como me iba a acercar a ese bicho. y ella seguía con su cantinela. y yo quieta no fuese que cualquier movimiento mío enfadase al saltamontes y tomase represalias. el tiempo que pasé allí adentro fue infinito. solo os puedo decir que apenas llegué al aplauso del público tras bajar el telón. no me quedó más remedio que decirle a aquella amable señora que había un saltamontes y me daba un poquito de miedo. muy poco. no sé como me armé de valor y cogiendo carrerilla  pude encender la luz, quitar el cerrojo y salir. ni idea de lo que fue de ese saltamontes. cada uno siguió con su vida. como si no nos conociesemos ni hubiésemos ido al baño juntos. ni un mensaje ni un whatsap. hay amistades imposibles de prosperar. cosas de las especies diría Darwin.

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