¡No me podía creer lo que estaba viendo! Estaba en casa de una señora vestida de negro; todo en ella era de color negro: sus calcetines, que todavía en verano la hacían sudar una cosa mala, sus ropas, sus zapatos, y una extraña cosa con rejillas que llevaba en su cabeza durante todo el día. ¿Qué hace esa señora vestida de negro? ¿Por qué no lleva un toque de color? No me atreví a preguntarle por miedo a la posible respuesta.
Creo que estaba en su casa o, al menos, eso me hizo creer. Bueno, ¡si eso podía llamarse casa! Justo en ese momento, mi Iphone empezó a sonar, ¡no! ¡me estaba quedando sin batería! Mi sorpresa fue mayúscula cuando, con toda mi buena fe, intenté conectar mi cable a la corriente; la señora, que parecía muy enfadada, cogió un plumero, me quitó el Iphone y me puso a limpiar un extraño habitáculo donde, según entendí, iba a ser mi hogar en los próximos meses. ¡Qué desfachatez! ¡Si solo tiene 40 metros cuadrados!
Me puse a llorar y me tumbé en una especia de cama de alfalfa donde todos los bichos del mundo se habían puesto de acuerdo para visitarme esa tarde. Mi depresión iba en aumento. Por lo menos tenía ventana. Pero, ¡no puede ser! ¿Qué estaba viendo? ¿Qué estaba haciendo aquí?
Me levanté con fuerza y salí a la calle cerrando la puerta de aquel lugar de un portazo. La señora vestida de negro empezó a gritar. ..
CONTINUARA…
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