creo que ahora, al tener la libertad tan restringida, me fijo mucho más en aquellas cosas que hasta hace poco más de un mes me molestaban. ahora las contemplo como magistrales obras de arte. me refiero a las grúas. las veo tan altivas casi besando el cielo, rozando las nubes, inmunes a todo, tan quietas. con ese color amarillo oxidado. tan pacientes. soportando la lluvia, el frío, el viento, el sol... no se quejan. hoy he reparado en una de ellas. no tengo ni idea de como se llega hasta su cumbre. si allí arriba se te taponarán los oídos, si se verá todo del tamaño de una hormiga. nunca, hasta hoy, he pensado en el vértigo de las grúas.
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en su novela de ajedrez Stefan Zweig priva de libertad a uno de sus protagonistas. gracias a aquello de que el hambre agudiza el ingenio, se hace con un libro para hacer más soportable su reclusión. lo que no sabía es que ese libro Le iba a llevar hasta la locura. una locura transitoria pero que dejó su huella a pesar del tiempo. quizá nos han hecho creer demasiado en eso de que el tiempo todo lo cura. no será más bien que todo es locura?
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reparo en uno de los libros de Annemarie schwarzenbach titulado todos los caminos están abiertos. y cuanta razón. al menos para mí. el camino que escojamos una vez que recuperemos la libertad de movimiento será decisión nuestra. está claro que no vamos a poder partir de cero pero quizá si que podamos reescribir muchas de las cosas que dejamos a la mitad. decía hoy Juan Tallon en una charla sobre su libro rewind que seguramente vivamos en un bucle constante de lo de antes y lo de después, pero por favor, no olvideis que lo que realmente cuenta es el mientras tanto.
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