lunes, 28 de diciembre de 2015

Creo en el poder de las palabras...

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Creo en las palabras. En las palabras que juntas forman una historia sobre el papel. En palabras hilvanadas sin posibilidad alguna de divorcio.
Creo en las palabras que hacen brotar sonrisas de rostros severos, en las que arrancan carcajadas, en las que llevan el sello del amor,en las que empañan ojos y encienden mejillas, en las que asustan, en las que encogen estómagos, en las que liberan.


Si Shakespeare dotó a Julieta para ser capaz de teorizar sobre todo lo que hay en un nombre...qué es un nombre sino una forma de darle propiedad a una palabra?

Donde la voz no llega o no es suficiente lo hace la palabra, lo que la vergüenza enmudece la mano agiliza aún a riesgo de volver a contraer el olvidado don de la vulnerabilidad. Tan vulnerable como si ahora mismo, todo esto, te lo estuviese contando mirándote a los ojos.


La palabra posee un alma aún más misteriosa que la del propio hombre y un corazón lleno de artilugios y engranajes. 
Melodiosa, amarga, sutil, viva, explosiva, luminosa, altiva, real, susurrada, soñada, picara....con más ropajes de los que un día la vistió Juan Ramón Jiménez o maltrecha como salida de un cajón de Cela...pero siempre gestada al fuego lento de la tinta que dibuja sus líneas y curvas.


Que por mucho viento que haya hay palabras tan arraigadas a la tinta que les dió vida y al papel que las vistió que como mucho , y como dice Vargas Llosa, se trocaría en una especie de striptease en el momento en que la historia, esa historia llena de palabras, cobra vida entre tus manos y color con tu mirada.

En esas palabras creo yo.

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