<<sobre el mapa, el puente que la une a tierra firme tiene aspecto de sedal: parece como si Venecia hubiese mordido el anzuelo. [...] la verdad es que ya no podemos vivir sin ella. somos celosos. incluso sádicos y violentos cuando se trata de retener a quien amamos. hemos hecho cosas peores que atala a tierra firme: literalmente, la hemos anclado al fondo del mar. >>
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cuando viajo procuro no parecer una turista obsesionada plano en mano, cámara en ristre, palo selfie y demás... primero porque, quien me conoce, sabe que no sé usar nada de todo lo anterior, además de mi pavor/aversión a hacerme fotos y segundo porque me gusta viajar ligera de equipaje. y venecia no fue una excepción.
sin guía, mapa, callejero ni gps del móvil me fui moviendo por la ciudad anclada contando sus quinientos puentes, compartiendo rialto entre multitudes y gaviotas, descubriendo el punto sin gravedad de San Marco, mirando con curiosidad al il cagalibri, yendo a la ferrovia pasando por la academia, cogiendo el vaporetto en Sant Angelo hasta Santa Lucía preguntándome que ley física controla el gondolero para no perder ni pie ni apoyo y, todo junto a sigilosas máscaras que guardan los secretos del último carnaval porque aquí, en Venecia, no queda más remedio que enfundarse en el paisaje.
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Sparza presenta a Venecia como un somelier su mejor vino: todo por los sentidos. olfato, gusto, tacto, vista, oído radiografian los canales y sus hedores, la sosegante belleza arquitectónica, sus fantasmas, sus fábulas y leyendas, los gatos que duermen en los postigos de la ventanas, su única plaza y la acqua alta... seguro que a estas alturas ya estarás herido de amor y aún así debes saber, dice Sparza, que no hay lugar peor para enamorarse que Venecia... algo de razón tendrá si fue la ciudad que hizo perder la cabeza a Otelo...
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cuando viajo procuro no parecer una turista obsesionada plano en mano, cámara en ristre, palo selfie y demás... primero porque, quien me conoce, sabe que no sé usar nada de todo lo anterior, además de mi pavor/aversión a hacerme fotos y segundo porque me gusta viajar ligera de equipaje. y venecia no fue una excepción.
sin guía, mapa, callejero ni gps del móvil me fui moviendo por la ciudad anclada contando sus quinientos puentes, compartiendo rialto entre multitudes y gaviotas, descubriendo el punto sin gravedad de San Marco, mirando con curiosidad al il cagalibri, yendo a la ferrovia pasando por la academia, cogiendo el vaporetto en Sant Angelo hasta Santa Lucía preguntándome que ley física controla el gondolero para no perder ni pie ni apoyo y, todo junto a sigilosas máscaras que guardan los secretos del último carnaval porque aquí, en Venecia, no queda más remedio que enfundarse en el paisaje.
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Sparza presenta a Venecia como un somelier su mejor vino: todo por los sentidos. olfato, gusto, tacto, vista, oído radiografian los canales y sus hedores, la sosegante belleza arquitectónica, sus fantasmas, sus fábulas y leyendas, los gatos que duermen en los postigos de la ventanas, su única plaza y la acqua alta... seguro que a estas alturas ya estarás herido de amor y aún así debes saber, dice Sparza, que no hay lugar peor para enamorarse que Venecia... algo de razón tendrá si fue la ciudad que hizo perder la cabeza a Otelo...
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