hoy ha amanecido lloviendo. sigue lloviendo. en otra situación, en un día normal, estaría enfadada porque el pelo se me pone como el rey león, porque tengo que coger el metro, porque no recuerdo donde he puesto el paraguas... hoy no pasa nada más allá de que ahí afuera llueve y yo ya llevo ya diecisiete días en casa.
lo de dormir ya es otro cantar. literalmente estoy mutando a ser nocturno. cuento ovejas a puñaos y no hay forma. si alguien encuentra mi sueño que me lo devuelva por favor.
estos días me sigue acompañando Cartarescu a discreción. He asistido como espectadora de lujo a un momento único en la historia de la literatura (y me tenéis que permitir este fervor porque desde 2018 quería leer esto) pero por fin la mariposa y la araña han medido sus fuerzas en el terrario. (no tiene la mayor importancia si no entiendes nada de lo que digo) pero como en un ring que parece que el resultado está claro y que siempre ganan los buenos. .. pero nadie apostaba por Iván Drako y mira tú. tenéis que leer Cegador.
hoy he limpiado mis plumas aunque no tengo cartuchos de tinta, he ordenado mis estanterías en busca de algún libro pendiente en papel (cuando salga de esta seré cuatrojos el rey de los piojos porque lo del ebook lo llevo muy mal, mis ojos y yo), tengo el armario dividido en cuatro estaciones y solo me pongo las zapatillas de estar en casa cuando llega la hora de cenar, hago la cama todas las mañanas y entre café e infusión recibo hasta videoconferencias.
en abril aguas mil y mira que aplicado va a comenzar. pero también nevó el otro día y ya sabéis... año de nieves año de bienes. solo hay que esperar un poquito más.
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